SOMBRAS Y CENIZAS
Ganar, empatar o perder son las opciones en el fútbol. No hay más. Todos quieren ganar. Para lograr ese propósito se entremezclan más allá de los entrenamientos, el apoyo de las ciencias aplicadas al deporte, hasta lo folclórico, donde la política y religión tampoco quedan al margen.
Por eso es un juego cuyos resultados no son fáciles de calcular. Se da en nuestro medio y en el mundo entero también. A veces lo que se asegura, no lo es. Por eso arrastra pasiones abrasadoras. Si el equipo nacional gana todo es bonito. Si pierde es lo contrario. Es una constante invariable.
Sociólogos, filósofos, psicoanalistas, políticos, profesionales, los que no lo son y los de todo color, raza y devoción, expresan su sentir. Su verdad.
La lectura de la reciente Copa América Centenario y la Eurocopa tienen marcada similitud. Y así lo será cuando se reanude la carrera por las eliminatorias al Mundial de Rusia, en setiembre próximo, donde a la bicolor le toca subir a La Paz. Entonces las luces volverán a encenderse en todas las naciones participantes.
Por supuesto hay quienes por mantenerse al margen del fútbol, atacan a los que se identifican con este juego, y creen estar en lo correcto. Pero aquellos que afirman no importarles para nada este deporte, lo cierto es que si les interesa, de allí sus críticas recalcitrantes.
Que sepamos ningún científico ha podido encontrar la fórmula inequívoca para ganar y jamás perder. Ni los técnicos más estudiosos tampoco lo han logrado. Tampoco la magia de los futbolistas magistrales que también fallan en momentos soberanos. En ese enigma reside el mayor encanto y contradicción.
Lo único claro en el fútbol es que los genios con la pelota ganan partidos. Pero los equipos son los que conquistan campeonatos. Algo parecido se da en la existencia y crecimiento de una sociedad, donde la célebre frase, “la unión hace la fuerza”, es lo más cercano a la gran verdad.
Así es el fútbol. Así es la vida. Rodeada de éxitos y fracasos. Con historias parecidas, pero desiguales. Con un torneo local de escaso nivel, donde los yerros son más que los aciertos, y por tanto el aporte es muy pobre. Pero al fin y al cabo, por encima de todo, cada partido trae consigo una nueva ilusión. Por inexplicable que sea.
En nuestro medio, este deporte sirve hasta para dibujar la realidad socio político y económico en que vive y se debate el país.
En el mes de la Patria, con el cambio de mando en la casa de Pizarro, tras una excitante contienda electoral y una llegada con final de película, tenemos fe e ilusión que será para bien. Y qué alguna vez, el Perú y los peruanos podamos ganar.
¿Qué nos queda? Quizá invocar a todos los dioses del olimpo para que este nuevo sueño no se convierta una vez más en pan y circo, dentro de un marco de sombras y cenizas. Ojalá.
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